PIERRE-FRANÇOIS LACENAIRE (1800-1836)


<Llego a la muerte- dijo Lacenaire- por mal camino, subo por una escalera.>
   Desertor y falsificador en Francia, asesino en Italia, luego ladrón y asesino en París e, incesantemente, como ha dicho él mismo, <meditando siniestros proyectos contra la sociedad>, Lacenaire se aplica en los pocos meses que preceden a su ejecución en la redacción de sus "Memorias, revelaciones y poesías" y cuida esmeradamente de reforzar el espectacular atractivo de su proceso. Las sombras de sus víctimas, del suizo de Vérone, de uno de sus antiguos compañeros de celda Chardon y de la madre de éste, así como la imagen del mozo de recados al que intentó matar para robarle, no le apartan un instante de la actitud semidistraída semidivertida que conserva hasta el final de los debates. Sin hacer ningún esfuerzo por salvar su cabeza, hace la última jugarreta cruel de acosar a sus cómplices que se defienden, limitándose él mismo a intentar proporcionar una explicación materialista de sus crímenes. Desde el punto de vista moral, parece no haber existido nunca conciencia más tranquila que la de este bandido.
   En la víspera de su muerte, bromea con los curas que le importunan, los frenólogos, los anatomistas que le acosan, confiesa sentir <pequeños accesos de melancolía> que le <divierten>; por la noche, a través de la reja, está <a punto de gritar cu-cu al soldado>.
   Un crítico, celebrando recientemente el centenario de una obra de Balzac, podía escribir: <En 1836, cuando aparece el libro, fríamente acogido por la prensa e incluso denigrado por ella, el mundo que acaba de aplaudir alocadamente a Lacenaire, el elegante asesino de redingote azul, poeta de los tribunales y teórico del "derecho al crimen", no parece apreciar inmediatamente todo el encanto del Lirio en el Valle>.



Sueños de un condenado a muerte




  Que feliz se es cuando se sueña!...
Sin dormir, soñar es encantador.
En menos de una hora, acabo así
la más agradable novela.
Me creo un mundo a mi antojo,
todas las mejores partes son para mí,
y nunca me preocupo
de elegirme la de rey.

En mi retiro solitario,
poco preocupado por el futuro,
me nutro de mi quimera
mezclando en ella un recuerdo;
sueños tan frescos de mi juventud,
que la desgracia no ha podido marchitar,
venid a alegrar mi vejez:
se es viejo cuando se va a morir.
A veces, en un palacio soberbio,
reúno mil beldades;
más a menudo, tendido sobre la hierba,
sólo tengo a Lisa a mi lado;
la gasa que su seno eleva
me invita a soñar a mi pesar.
Que pena tan grande que este sueño
tenga yo solo que acabar.

Otras, en una humilde choza,
feliz padre y sensible esposo,
tengo a mi lado a mi buena madre,
y a mis hijos sobre las rodillas;
a la sombra de un espeso follaje,
leo y escribo sucesivamente;
pero ¡Ay!, llega una tempestad,
¿porqué este sueño es tan corto?






':   Antología del humor negro, de André Breton, ed. Círculo de Lectores, pág. 81, 2005 cedida por Anagrama. Trad. del francés Joaquín Jordá.

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