El arte de conocerse a sí mismo

La importancia que reviste el ser humano intelectual e inmortal que habita en mí fue siempre tan inmensamente grande comparada con la del individuo respectivo que, por numerosas que fuesen las preocupaciones personales que me agobiasen yo lograba echarlas a un lado y hacerlas desaparecer tan sólo con que se me viniera a la mente un pensamiento filosófico: pues esto fue siempre para mí algo muy serio, y todo lo demás, en cambio, mero juego. En eso consiste el título de nobleza y los privilegios que nos otorga la naturaleza. La felicidad de los hombres comunes consiste en alternar el trabajo y el entretenimiento; en mi caso, estas dos cosas se sobreponen la una a la otra. De ahí que la vida de las personas semejantes a mí sea en realidad un monodrama. Quienes como yo predican la verdad al género humano se entremezclan tan poco con los hombres en cuestiones distintas a su misión, al menos una vez que se han comprendido a sí mismos, como los misioneros en China fraternizan con los chinos. Mis semejantes, sobre todo si son jóvenes como yo, se sienten en todas las circunstancias de la vida como alguien que tiene puesta una ropa que no es de su talla.


Arthur Schopenhauer, El arte de conocerse a sí mismo, pág. 36, ed. 2008, Alianza Editorial; traduc. Fabio Morales.

1 comentario:

  1. De ahi la admiracion a la sabiduria infantil, de convertir todo en un juego, la risa nueva que trae la sabiduria de una eternidad pasada ajena a nuestro tiempo.

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