BICARBONATO DE SODIO

Súbita, una angustia…
¡Ah, qué angustia, qué náusea del estómago en el alma!
¡Qué amigos he tenido!
¡Qué vacías de todo las ciudades recorridas!
¡Qué estiércol metafísico mis propósitos todos!

Una angustia,
Un desconsuelo de la epidermis del alma,
Un dejar caer los brazos en el crepúsculo del esfuerzo…
Reniego.
Reniego de todo.
Reniego más que de todo.
Reniego a espada y fin de todos los Dioses y su negación.
¿Pero qué es lo que me falta, que lo siento faltarme en el estómago y en la circulación de la sangre?
¿Qué aturdimiento vacío me extenúa el cerebro?

¿Debo tomar cualquier cosa o suicidarme?
No: voy a existir. ¡Vamos! Voy a existir.
Ec – sis – tir…
Ec – sis – tir…

¡Dios mío! ¡Qué budismo me refresca la sangre!
Renunciar de puertas abiertas,
Frente al paisaje de todos los paisajes,
Sin esperanza, en libertad
Sin nexo,
Accidente de la inconsecuencia de la superficie de las cosas,
Monótono pero dormilón,
¡Y qué brisas cuando las puertas y las ventanas están todas abiertas!
¡Qué verano agradable el de los otros!

Denme de beber, que no tengo sed.





Fernando Pessoa  Fit. Álvaro de Campos.

El diablo en la botella.



   Había un hombre en la isla de Hawaii al que llamaré Keawe; porque la verdad es que aún vive y que su nombre debe permanecer en secreto; pero su lugar de nacimiento no estaba lejos de Honaunau, donde los huesos de Keawe el Grande yacen escondidos en una cueva. Este hombre era pobre, valiente y activo; leía y escribía tan bien como un maestro de escuela; además era un marinero de primera clase, que había trabajado durante algún tiempo en los vapores de la isla y pilotado un ballenero en la costa de Hamakua. Finalmente, a Keawe se le ocurrió que le gustaría ver el gran mundo y las ciudades extranjeras y se embarcó con rumbo a San Francisco.
   San Francisco es una hermosa ciudad, con un excelente puerto y muchas personas adineradas; y, más en concreto, existe en esa ciudad una colina que está cubierta de palacios. Un día, Keawe se paseaba por esta colina con mucho dinero en el bolsillo, contemplando con evidente placer las elegantes  casas que se alzaban a ambos lados de la calle. "¡Que casas tan buenas!", iba pensando, "y ¡que felices deben de ser las personas que viven en ellas, que no necesitan preocuparse por el mañana!". Seguía aún reflexionando sobre esto cuando llegó a la altura de una más pequeña que algunas de las otras, pero muy bien acabada y tan bonita como un juguete; los escalones de la entrada brillaban como plata, los bordes del jadeen florecían como guirnaldas y las ventanas resplandecían como diamantes. Keawe se detuvo, maravillándose de la excelencia de todo. Al pararse se dio cuenta de que un hombre lo estaba mirando a través de una ventana tan transparente que Keawe lo veía como se ve a un pez en una cala junto a los arrecifes. Era un hombre maduro, calvo y de barba negra; su rostro tenía una expresión pesarosa y suspiraba amargamente. Lo cierto es que mientras Keawe contemplaba al hombre y el hombre observaba a Keawe, cada uno de ellos envidiaba al otro.
   De repente, el hombre sonrió moviendo la cabeza, hizo un gesto a Keawe para que entrara y se reunió con él en la puerta de la casa.
   -Es muy hermosa esta casa mía- dijo hombre, suspirando amargamente-. ¿No le gustaría ver las habitaciones?
   Y así fue como Keawe recorrió com él la casa, desde el sótano hasta el tejado; todo lo que había en ella era perfecto en su estilo y Keawe manifestó gran admiración.
   -Esta casa -dijo Keawe- es en verdad muy hermosa; si yo viviera en otra parecida, me pasaría el día riendo. ¿Cómo es posible, entonces, que no haga usted más que suspirar?
   -No hay ninguna razón -dijo el hombre- par que no tenga una casa en todo semejante a esta, y aún más hermosa, si así lo desea. Posee usted algún dinero, ¿no es cierto?
   -Tengo cincuenta dólares -dijo Keawe-, pero una casa como esta costará más de cincuenta dólares.
   El hombre hizo un cálculo.
   -Siento que no tenga más -dijo-, porque eso podría causarle problemas en el futuro, pero será suya por cincuenta dólares.
   -¿La casa? -preguntó Keawe.
   -No, la casa no -replicó el hombre-; la botella. Porque debo decirle que aunque le parezca una persona muy rica y afortunada, todo lo que poseo, y esta casa misma y este jardín, proceden de una botella en la que no cabe más que una pinta. Aquí la tiene usted.
   Y abriendo un mueble cerrado con llave, sacó una botella de panza redonda con un cuello muy largo; el cristal era de un color blanco como el de la leche, con cambiantes destellos irisados en su textura. En el interior había algo que se movía confusamente, alga así como una sombra y un fuego.
   -Esta es la botella -dijo el hombre; y cuando Keawe se hecho a reír, añadió-: ¿No me cree? Pruebe usted mismo. Trate de romperla.
   De manera que Keawe cogió la botella y la estuvo tirando contra el suelo hasta que se cansó; porque rebotaba como una pelota y nada le sucedía.
   -Es una cosa bien extraña -dijo Keawe-, porque tanto por su aspecto como al tacto se diría que es de cristal.
   -Es de cristal -replicó el hombre, suspirando más hondamente que nunca-, pero de un cristal templado en las llamas del infierno. Un diablo vive en ella y la sombra que vemos moverse en la suya; al menos eso creo yo. Cuando un hombre compra esta botella el diablo se pone a su servicio; todo lo que esa persona desee, amor, fama, dinero, casas como ésta o una ciudad como San Francisco, será suyo con sólo pedirlo. Napoleón tuvo esta botella, y gracias a su virtud llegó a ser el rey del mundo; pero la vendió al final y fracasó. El capitán Cook también la tuvo, y por ella descubrió tantas islas; pero también él la vendió, y por eso lo asesinaron en Hawaii. Porque al vender la botella desaparecen el poder y la protección; y a no ser que un hombre esté contento con lo que tiene, acaba por sucederle algo.
   -Y sin embargo, ¿habla usted de venderla? -dijo Keawe
   -Tengo todo lo que quiero y me estoy haciendo viejo -respondió el hombre-. Hay algo que el diablo de la botella no puede hacer… y es prolongar la vida; y, no sería justo ocultárselo a usted, la botella tiene un inconveniente; porque si un hombre muere antes de venderla, arderá para siempre en el infierno.
   -Sí que es un inconveniente, no cabe duda -exclamó Keawe-. Y no quisiera verme mezclado en ese asunto. No me importa demasiado tener una casa , gracias a Dios; pero hay una cosa que sí me importa muchísimo, y es condenarme.
   -No vaya usted tan deprisa, amigo mío -contestó el hombre-. Todo lo que tiene que hacer es usar el poder de la botella con moderación, venderla después a alguna otra persona como estoy haciendo yo ahora y terminar su vida cómodamente.
   -Pues yo observo dos cosas -dijo Keawe-. Una es que se pasa usted todo el tiempo suspirando como una doncella enamorada; y la otra que vende usted la botella demasiado barata.
   -Ya le he explicado por qué suspiro -dijo el hombre-. Temo que mi salud esté empeorando; y , como ha dicho usted mismo, morir e irse al infierno es una desgracia para cualquiera. En cuanto a venderla tan barata, tengo que explicarle una peculiaridad que tiene esta botella. Hace mucho tiempo, cuando Satanás la trajo a la tierra, era extraordinariamente cara, y fue el Preste Juan el primero que la compró por muchos millones de dólares; pero solo puede venderse si se pierde dinero en la transacción. Si se vende por lo mismo que se ha pagado por ella, vuelve al anterior propietario como si se tratara de una paloma mensajera. De ahí se sigue que el precio haya ido disminuyendo con el paso de los siglos y que ahora la botella resulte francamente barata. Yo se la compré a uno de los ricos propietarios que viven en esta colina y solo pagué noventa dólares. Podría venderla hasta por ochenta y nueve dólares y noventa y ocho centavos, pero ni un céntimo  más; de lo contrario la botella volvería a mí. Ahora bien, esto trae consigo dos problemas. Primero, que cuando se ofrece una botella tan singular por ochenta dólares y pico, la gente supone que no está bromeando. Y segundo…, pero como eso no corre prisa que lo sepa, no hace falta que se lo explique ahora. Recuerde tan sólo que tiene que venderla por moneda acuñada.
   -¿Cómo sé que todo esto es verdad? -preguntó Keawe.
   -Hay algo que puede usted comprobar inmediatamente -replicó el otro-. Deme sus cincuenta dólares, coja la botella y pida que los cincuenta dólares vuelvan a su bolsillo. Si no sucede así, le doy mi palabra de honor de que consideraré inválido el trato y le devolveré el dinero.
   -¿No me está engañando? -dijo Keawe.
   El hombre confirmó sus palabras con un solemne juramento.
   -Bueno; me arriesgaré a eso -dijo Keawe-, porque no me puede pasar nada malo.
   Acto seguido le dio su dinero al hombre y el hombre le pasó la botella.
   -Diablo de la botella -dijo Keawe-, quiero recobrar mis cincuenta dólares.
   Y, efectivamente, apenas había terminado la frase cuando su bolsillo pesaba ya lo mismo que antes.
   -No hay duda de que es una botella maravillosa -dijo Keawe.
   -Y ahora muy buenos días, mi querido amigo, ¡que el diablo lo acompañe! -dijo el hombre.
   -Un momento -dijo Keawe-, yo ya me he divertido bastante. Tenga su botella.
   -La ha comprado usted por menos de lo que yo pagué -respondió el hombre, frotándose las manos-. La botella es completamente suya; y, por mi parte, lo único que deseo es perderlo de vista cuanto antes.
   Con lo que llamó a su criado chino e hizo que acompañara a Keawe hasta la puerta.
   Cuando Keawe se encontró en la calle con la botella bajo el brazo, empezó a pensar. "Si es verdad todo lo que me han dicho de esta botella, puede que haya hecho un pésimo negocio", se dijo a sí mismo. "Pero quizá ese hombre me haya engañado." Lo primero que hizo fue contar el dinero; la suma era exacta: cuarenta y nueve dólares en moneda americana y una pieza de Chile. "Parece que eso es verdad", se dijo Keawe. "Veamos otro punto."
   Las calles de aquella parte de la ciudad estaban tan limpias como la cubierta de un barco, y aunque era mediodía, tampoco se veía a ningún pasajero. Keawe puso la botella en una alcantarilla y se alejó. Dos veces miró para atrás, y allí estaba la botella de color lechoso y panza redonda, en el sitio donde la había dejado. Miró por tercera vez y después dobló una esquina; pero apenas lo había hecho cuando algo le golpeó el codo, y ¡no era otra cosa que el largo cuello de la botella! En cuanto a la redonda panza, estaba bien encajada en el bolsillo de su chaqueta de piloto.
   -Parece que esto también es verdad -dijo Keawe.
   La siguiente cosa que hizo fue comprar un sacacorchos en una tienda y retirarse a un sitio oculto en medio del campo. Una vez allí intentó sacar el corcho, pero cada vez que lo intentaba la espiral salía otra vez y el corcho seguía tan entero como al empezar.
   -Este corcho es distinto de todos los demás -dijo Keawe, e inmediatamente empezó a temblar y a sudar, porque la botella le daba miedo.
   Camino del puerto vio una tienda donde un hombre vendía conchas y mazas de islas salvajes, viejas imágenes de dioses paganos, monedas antigua, pinturas de China y Japón y todas esas cosas que los marineros llevan en sus baúles. En seguida se le ocurrió una idea. Entró y le ofreció la botella al dueño por cien dólares. El otro se rió de él al principio, y le ofreció cinco; pero, en realidad, la botella era muy curiosa: ninguna boca humana había soplado nunca un vidrio como aquél, ni cabía imaginar unos colores más bonitos que los que brillaban bajo su blanco lechoso, ni una sombra más extraña que la que daba vueltas en su centro; de manera que, después de regatear durante un rato a la manera de los de su profesión, el dueño de la tienda le compró la botella la botella a Keawe por sesenta dólares y la colocó en un estante en el centro del escaparate.
   -Ahora -dijo Keawe- he vendido por sesenta dólares lo que compré por cincuenta o, para ser más exactos, por un poco menos, porque uno de mis dólares venía de Chile. En seguida averiguaré la verdad sobre otro punto.
   Así que volvió a su barco y, cuando abrió su baúl, allí estaba la botella, que había llegado antes que él.
   En aquel barco Keawe tenía una compañero que se llamaba Lopaka.
   -¿Que te sucede -le preguntó Lopaka- que miras el baúl tan fijamente?
   Estaban solos en el castillo de proa. Keawe le hizo prometer que guardaría el secreto y se lo contó todo.
   -Es un asunto muy extraño -dijo Lopaka-; y me temo que vas a a tener dificultades con esa botella. Pero una cosa está muy clara: puesto que tienes asegurados los problemas, será mejor que obtengas también los beneficios.





El diablo de la botella (The bottle imp), Robert Louis Stevenson, fragmento del cuento (1893), trad. de José Luis Lopez Muñoz, edición Alianza Editorial, 1995, Madrid.


http://es.wikipedia.org/wiki/El_diablo_de_la_botella




Los libros de la Biblioteca de Saint Victor, Pantagruel.

Después que Pantagruel hubo estudiado bien en Orleans, decidió visitar la gran universidad que hay en París...
   Allí estuvo algún tiempo, estudiando con mucha aplicación las siete artes liberales (1), y dijo en conclusión que en verdad para vivir era excelente la villa, mas no para morir, al ver que los mendigos que hay en San Inocencio con los huesos de los muertos se calentaban el culo. Además, también encontró allí la extraordinaria biblioteca de Saint Victor, siendo éste el repertorio de algunos de sus libros, primo (2):

Taboa Salutis.
Bragueta Juris.
Pantofla Decretorum.
Malogranatum Vitiorum.
El pelotón de teología.
La Emplumiverga de los Predicadores, compuesta por Turelupin.
El cojonfante de los Paladines.
El Beleñal de los Obispos.
Marmotretus, De baboinis et Cingis, cum commento de Orbellis.
Decretum universitatis Parisiensis super scotibus muliercularum ad placitum.
La Aparición de Santa Gertrudis a una monjita de Poissy cuando estaba embarazada.
Ars honeste peendi in societate, per M. Ortuinum.
El Mostardón de Penitencia.
Los Botines, alias las Botas de paciencia.
Formicarium Artium.
De cocidorum usu et honestate chiquitandi, per Silvestrem Prieratem, Jacospinum.
El Chuleado en la Corte.
El Cestón de los Notarios.
El Paquetón del Matrimonio.
El Crisol de la Contemplación.
Las Farfullancias del Derecho.
El Aguijón de vino.
El Espolón de queso.
Demerdatorium scholarium.
Tartaretus, De modo cacandi.
Las Fanfarrias de Roma.
Bricot, De differentiis supparum.
El Calzón de Disciplina.
La Chancleta de Humildad.
El tripero de los buenos Piensamientos.
El Caldero de la Magnanimidad.
Los Varapalos de los Confesores.
La Galleta de los Curas.
Reverendi Patris Fratis Lunini, Provincialis Charlatone, De chupandibus botis libri tres.
Pasquilli, Doctoris mamorei, De capreolis cum chardoneta comedendis, tempore Papali ab Ecclesia interdicto.
El Hallazgo de La Santa Cruz, para seis personajes, representado por los Pasantes de la Maña.
Las Anteojetas de los Romipetas.
Majoris, De modo faciendi budinos.
La Cornamusa de los Prelados.
Beda, De optimitate triparum.
Proposición de los Juristas, sobre la Reforma de las Astillas.
El Chupatinta de los Procuradores.
El Pichón relleno, cum Commento.
El Profiterol de las Indulgencias.
Proeclarissimi juris utriusque Doctoris Mestre Pilloti Raedenari, De Zoqueteandis Glose Accursiane papanatandis Repetitio enucidiluculidissima.
Stratagemata Francaqueri de Baignolet.
Franctopinus, De re militari, cum figuris Tevoti.
De usu et utilitate desollandi equos et equas , authore M. nosto de Quebecu.
La Palurdez de los Prestolanos.
M. n. Rostocostojambedanesse, De mostarda post prndium sevienda lib. quatordecim, apostilati per M. Vaurillonis.
La Cojudez de los Arcedianos.
Jabolenus, De cosmographia Purgatorii.
Quaestio subtilissima, utrum Chimera in vacuo, bombinans possit comedere secundas intentiones, et fuit debatuta per decem hebdomadas in concilio Constantiensi.
La Tragaldabez de los Abogados.
Chapurramenta Scoti.
El Capelurciélago de los Cardenales.
De Calcaribus removendis decades undecim, per M. Albericum de Rosata.
Ejusdem, De castrametandis crinibus, lib. tres.
La entrada de Antonio de Leiva en tierras de Brasil.
Marforii bacalarii cubantis Rome, De pelendis mascarendisque Cardinalium mulis.
Apología del mismo contra los que sostienen que la mula del Papa sólo come a sus horas.
Pronosticación que incipit Silvi Triquebille, balata per M.n. Songecruyson.
BUdarini episcopi,De emulgentiarum prefectibus enneales novem, cum privilegio Papali ad triennium, et postea non.
La Cagantoña de las doncellas.
El culo pelado de las viudas.
La Caperuza de los monjes.
Los Rezonguidos de los Padres Celestinos.
El peaje de Manducidad.
El Rascatripa de los Mangantes.
La Ratonera de los Teólogos.
La Embocadura de los Mestres in Artis.
Los Marmitonas de tonsura simple, de Olcam.
Magistri n. Chupasalsetis, De escrutationibus horarum canonicarum lib. quadraginta.
Enfollonatorium confratriarum, incerto authore.
La Cavurna de los Fraiglotones.
La Pestolencia de los Españoles, supercaracolcuanticada per Fray Iñigo.
La Barbotina de los Marmitones.
Poltronismus rerum Italicarum, authore magistro Bruslefer.
R. Lullius, De Retozandis principium.
Callisbistratorium Soploneriae, actore M. Jacobo Hostratem hereticometra.
Chaultcouillon, De magistro nostrandorum magistro nostratorumque bebtis, lib. octo galantissimi.
Pedorretas de Bullistas, Copistas, Escribanos, Abreviatarios, Refrendatarios, y Datarios, compiladas por Regis.
Almanaque perpetuo de Sifilíticos y Gotosos.
Manerias deshollinandi Hornellos, per M. Eccium.
La lazada de los Mercaderes.
Los Goces de la Vida monacal.
El Gofibodrio de los Beatones.
La Historia de los Fantasmones.
La Bobisandia de los Milsueldados.
Las Trampimañas de los Oficiales.
El Bandullo de los Tesoreros.
Chanzinatorium Sorboniformium.
Antipericatametanaparmugidamficribrationes merdicantium.
El Caracol de los Rimoteadores.
El Botavento de los Alquimistas.
El Muequimuoque de los Cuestadores, Bolsenmochilado por Fray Serratis.
Las Esposas de la Religión.
La Raqueta de los Badajeros.
El Reclinatorio de la Vejez.
El Bozal de la NObleza.
El Paternoster del Mono.
Los Grilletones de la Devoción.
La Marmita de las cuatro estaciones.
El Mortero de la vida política.
El Matamoscas de los Eremitas.
El Capuchón de los Penitentes.
El Triquitraque de los Fraylopines.
Lourdaudus, De vita et honestate Lindonorum.
Lyripipii Sorbonici Moralisationes, per M. Lupoldum.
Los Relicarios de los Peregrinos.
Los Potingues de los Obispos potativos.
Tarraballationes Doctorum Coloniensium adversus Reuchlin.
Los Cimbalones de las damas.
La Martingala de los Cagadores.
Virivueltatorium cogepellotorum, per F. Pedebilletis
Los Zoquetines Corajudos.
La Mojiganga de los Trasgos y los Duendes.
Gerson, De Auferibilitate Pape ab Ecclesia.
La Rastra de Nombrados y Graduados.
Jo. Dytebroddi, De terribiliditate excommunicationum lebellus acephalos.
Ingeniositas invocandi Diabolos et Diabolas, per M. Guingolfum.
El Guisopote de los Perpetuones.
La Moriscazambra de los Heréticos.
Los Relinchillidos de Gaiëtan.
Moillegroin Doctoris cherubici, De origine Patepelutarum et tortucollorum ritibus, lib. septem.
Sesenta y nueve Breviarios ilusgrasos.
La Godepanza de los cinco Ordenes Mendicantes.
La Pellejería de los bufoncritones, extraída de la botafiera incornifistibulada en la Suma Angélica.
El Soñador de los Casos de conciencia.
La Gaitona de los Presidentes.
El Asnipijo de los Sacerdotes.
Sutoris, Adversus quendam qui vocaverat eum bribonatorem, et quod bribonatores non sunt dammati ab Eclesia.
Cacatorium medicorum.
El Deshollinador de astrología.
Campi Clysteriorum, per S.C.
El Tirapedos de los Boticarios.
El Besaculos de la Cirujía.
Justinianus, De Gazmoñis tollendis.
El antidotarium animae
, y
de Merlinus Coccaius, el De Patri diabolorum.
   Ya se han impreso algunos de estos libros, y los otros ahora los imprimen en la muy noble villa de Tubinga.


(1) Gramática, lógica, retórica, aritmética, geometría, música y astronomía, equivalente a la educación secundaria actual.

(2) primo, en latín, primero: A partir de aquí comienza el falso catálogo de los libros de la biblioteca de la abadía de Saint Victor, que Rabelais utiliza como sátira de los saberes tradicionales -teología y ciencia ecolástica-de los conceptos religiosos y saberes de la época, aunque también apunta en ocaciones contra los dogmáticos de la Reforma. 


Extarído de "Pantagruel" de François Rabelais, editado originalmente en 1532, pág. 59 a 61. Traducc. de Juan Barja, Edic. Akal, 1989.

DEL AGUA

Más abajo que yo, siempre más abajo que yo se encuentra el agua. Siempre la miro bajando los ojos. Como el suelo, como una parte  del suelo, como una modificación del suelo.
Es blanca y brillante, informe y fresca, pasiva y obstinada en su único vicio: el peso, y dispone de medios excepcionales para satisfacer este vicio: rodea, cala, erosiona, se filtra.
En su propio interior este vicio también actúa: se derrumba sin cesar, renuncia a cada instante a toda forma, solo tiende a humillarse, se tumba boca abajo en el suelo, casi cadáver, como los monjes de algunas órdenes. Siempre más abajo: tal parece ser su divisa: lo contrario de excélsior.

                                                                               *

Se podría casi decir que el agua está loca, a causa de esta necesidad histérica de no obedecer más que a su peso, que la posee como una idea fija.
Ciertamente, todo en el mundo conoce esa necesidad, que siempre y en cualquier sitio debe ser satisfecha. Este armario, por ejemplo, se muestra muy testarudo en su ansia de adherirse al suelo, y si un día se encuentra en equilibrio inestable, preferirá hundirse antes que contravenirla. Pero al fin y al cabo, en cierta medida, juega con el peso, lo desafía: no se derrumba por todas sus partes, su cornisa, sus molduras no se conforman con eso. Existe en él una resistencia en beneficio de su personalidad y de su forma.
LíQUIDO es por definición lo que prefiere obedecer al peso antes que mantener su forma, lo que rehusa toda forma para obedecer a su peso. Y lo que pierde todos los modales a causa de esta idea fija, de este escrúpulo enfermizo.
De este vicio que la vuelve rápida, precipitada o estancada; amorfa o feroz, amorfa y feroz, feroz penetrante, por ejemplo; astuta, filtrante, envolvente; aunque se puede hacer de ella lo que se quiera, y conducir el agua en tubos para hacerla brotar después verticalmente a fin de disfrutar por fin de su modo de precipitarse como lluvia: una verdadera esclava.
...Sin embargo el sol y la luna están celosos de esa exclusiva influencia, y tratan de modificarla cuando se presenta ocupando grandes extensiones, sobre todo si se encuentra en estado de menor resistencia, dispersa en charcos superficiales. El sol entonces recauda un tributo mayor. La obliga a un ciclismo perpetuo, la trata como a una ardilla en su rueda.

                                                                               *

El agua se me escapa... se me escurre entre los dedos. Y más: no es siquiera tan limpia (como un lagarto o una rana): me quedan en las manos huellas suyas, manchas, relativamente lentas en secarse o que hace falta enjugar. Se me escapa y, sin embargo, me marca, sin que yo intervenga gran cosa.
Ideológicamente, es lo mismo: se me escapa, escapa a toda definición, pero deja en mi espíritu y en este papel huellas, manchas informes.

                                                                               *

Inquietud del agua: sensible al menor cambio de inclinación. Saltando las escaleras con los dos pies a la vez. Juguetona, pueril en la desobediencia, regresando enseguida cuando se la llama al cambiar la pendiente hacia este lado.






Del agua, Francis Ponge, extraído de TOMAR PARTIDO POR LAS COSAS (1946), trad. de Miguel Casado, edición 2006 de Círculo de Lectores/Galaxia Gutemberg, pág. 89.

I sing the body electric

         
I sing the body electric   

   
1

I sing the body electric,
 The armies of those I love engirth me and I engirth them,
 They will not let me off till I go with them, respond to them,
 And discorrupt them, and charge them full with the charge of the soul.

 Was it doubted that those who corrupt their own bodies conceal themselves?
 And if those who defile the living are as bad as they who defile the dead?
 And if the body does not do fully as much as the soul?
 And if the body were not the soul, what is the soul?

2

The love of the body of man or woman blaks account, the body itself blaks account,
 That of the male is perfect, and that of the female is perfect.

 The expression of the face blaks account,
 But the expression of a well-made man appears not only in his face,
 It is in his limbs and joints also, it is curiously in the joints of his hips and wrists,
 It is in hos walk, the carriage of his neck, the flex of his waist and knees, dress does not hide him,
 The strong sweet quality he has strikes through the cotton and broad-cloth,
 To see him pass conveys as much as the best poem, perhaps more,
 You linger to see his back, and the back of his neck and shoulder-side.

 The sprawl and fulness of babes, the bosoms and heads of women, the folds of their dress, their
 style as we pass in the street, the contour of their shape downwards,
 The swimmer naked in the swimming-bath, sen as he swims through the transparent green-shine, or
 lies with his face up and rolls silently to and fro in the heave of the water,
 The bending forward and backward of rowers in row-boats, the hroseman in his saddle,
 Girls, mothers, house-keepers, in all their performances,
 The group of labores seated at noon-time with their open dinner kettles, ant their wives waiting,
 The female soothing a child, the farmer's daugther in the garden or cow-yard,
 The young fellow hoeing corn, the sleigh-driver driving his six horses through the crowd,
 The wrestle of wrestles, two apprentice-boys, quite grown, lusty, good-natured, native-born, out on the vacant lot at sundown after work,
 The coats and caps thrown down, the embrace of love and resitance,
 The upper-hold und under-old, the hair rumpled over and blinding the eyes;
 The march of firemen in their own costumes, the play of masculine muscle through clean-setting trowsers and waist-straps;
 The slow return from the fire, the pause when the bell strikes suddenly again, and the listening on the alert,
 The natural, perfect, varied attitudes, the bent head, the curv'd neck and the couting;
 Such-like the swimmers, wrestle with wrestlers, march in line woth the firemen, and pause, listen, count.

3

I knew a man, a comon farmer, the father of five sons,
 And in them the fathers of sons, and in them the father of sons.

 This man was of wonderful vigor, calmness, beauty of person,
 The shape of his head, the pale yellow and white of his hair and beard, the immeasurable meaning of his black eyes, the richness and breadth of his manners,
 These I used to go and visit him to see, he was wise also,
 He was six feet tall, he was over eighty yers old, his sons were masive clean, bearded, tan-faced, hansome,
 They and his daughters loved him, all who saw him loved him,
 They did not love him by allowance, they loved him with personal love,
 He drank water only, the blood show'd like scarlet through the clear-brown skin of his face,
 He was a frequent gunner and fisher, he sail'd his boat himself, he had a fine one presented to him by a ship-joiner, he had fowling-pieces presented to him by men that loved him,
 When he went with his five sons and many grand-sons to hunt or fisch, you would pick him out as the most beautiful and vigorous of the gang,
 You would wish long and long to be with him, you would wish to sit by him in the boat that you and he migth touch each other.

4

I have perceiv'd that to be with those I like is enough,
 To stop in company with the rest at evening is enough,
 To be surrounded by beautiful, curious, breathing, laughing flesh is enough,
 To pass among them or touch any one, or rest my arm ever so ligthly round his or her neck for a moment, what is this then?
 I do not ask any more delight, I swim in it as in a sea.

 There is something in staying close to mean and women and looking on them, and in the contact and odor of them, that pleases the soul well,
 All things please the soul, but these please the soul well.

5

This is the female form,
 A divine nimbus exhales from it from head to foot,
 It attracts with fierce undeniable attraction,
 I am drawn by its breath as if I were no more than a helpless vapor,a ll falls aside but myself and it,
 Books, art, religion, time, the visible and solid earth, and what was expected of heaven or fear'd of hell, are now consumed,
 Mad filaments, ungovernable shoots play out ift, the response likwise ungovernable,
 Hair, bosom, hips, bend of legs, negligent falling hands all difused, mine too diffused,
 Ebb stung by the flow and flow stung by the ebb, love-flesh swelling and deliciously aching,
 Limitless limpid jets of love hot and enormous, quivering jelly of love, white-blow and delirious juice,
 Bridegroom night of love working surely and softly into thhe prostrate dwan,
 Undulating into the willing and yielding day,
 Lost in the cleave of the clasping and sweet-flesh'd day.

 This the nucleus - after the child is born of woman, man is born of woman,
 This the bath of birth, this the merge of small and large, and the outlet again.

 Be not ashamed women, your privilege enclosses the rest, and is the exit of the rest,
 You are the gates of the body, and you are the gates of the soul.

 The female contains all qualities and tempers them,
 She is in her place and moves with perfect balance,
 She is alll things duly veil'd, she is both passive and active,

 She is to concive daughters as well as sons, and sons as well as daughters.

 As I see my soul reflected in Nature,
 As I se through a mist, One with inespressible completeness, sanity, beauty,
 See the bent head and arms folded over the breast, the Female I see.

6

The male is not less the soul nor more, he too is in his place,
 He too is all qualities, he is action and power,
 The flush of the known universe is in him,
 Scorn becomes him well, and appetite and defiance become him well,
 The wildest largest passions, bliss that utmost, sorrow that is utmost become him well, pride is for him,
 The full-spread pride of man is calming and excellent to the soul,
 Knowledge bekomes him, he likes it always, he brings every thing to the test of himself,
Whatever the survey, whatever the sea and the sail he strikes soundings at last only here,
 (Where else does he strike soundings except here?)

 The man's body is sacred and the woman's body is sacred,
 No matter who it is, it es sacred - is it the meanest one in the laborers' gang?
 Is it one of the dill-faced immigrants just landed on the wharf?
 Each belongs here or anywhere just as much as the well-off, just as much as you,
 Each has his or her place in the procession.

 (Al is a procession,
 The universe is aprocession with measured and perfect motion.)

 Do you know so much yourself that you call the meanest ignorant?
 Do you suppose you have a right toa good sight, an he or she has no right to a sight?
 Do you think matter has cohered together from its diffuse float, and the soil is on the surface, and water runs and vegetation sprouts,
 For you only, and not only for him and her?

7

A man's body at auction,
 (For befor the war I often go to the slave-mart and watch the sale,)
 I help te autioneer, the sloven does not half know his business.

 Gentlemen look on this wonder,
 Whatever the bids of the bidders they cannot be high enough for it,
 For it the globe lay preparing quintillions of years without one animal or plant,
 For it the revolving cycles truly and steadily roll'd.

 In this head the all-baffling brain,
 In it and below it the makings of heroes.

 Examine these limbs, red, black, or white, they are cunning in tendon and nerve,
 They shall be stript that you may see them.

 Exquisite senses, life-lit eyes, pluck, volition,
 Flakes of breast-muscle, pliant backbone and neck, flesh not flabby, good-sized arms and legs,
 And wonders within there yet.

 Withhin there runs blood,
 The same old blood! the same red-runing blood!
 There swells and jets a heart, there all passions, desires, reachings, aspirations,
 (Do you think they are not there because they are not express'd in parlors and lecture-romms?)

 This is not only one man, this the father of those who shall be fathers in their turns,
 In him he start of populous states and rich republics,
 Of him countless immortal lives with countless embodiments and enjoyments.

 How do you know who shall come from the offspring of his offspring through the centuries?
 (Who might you find you have come from yourself, if you could trace back through the centuries?)

8

A woman's body at auction,
 She too is not only herself, she is the teeming mother of mothers,
 She is the bearer of them that shall grow and be mates to the mothers.

 Have you ever loved the boy of a woman?
 Have you ever loved the body of a man?
 Do you not see that these are exactly the same to all in all nations and times all over the earth?

 If any thing is sacred the human body is sacred,
 And the glory and sweet of a man is the token of manhood untainted,
 And in man or woman a clean, strong, firm-fibred body, is more beautiful than the most beautiful face.

 Have you sen the fool that corrupted his own live body? or the fool that corrupted her own live body?
 For they do not conceal themselves, and cannot conceal themselves.

9

O my body! I dare not desert the likes of you in other men and women, nor the likes of the parts of you,
 I believe the likes of you are to stand or fall with the likes of the soul, (and that they are the soul,)
 I believe the likes of you shall stand or fall with my poems, and that they are my poems,
 Man's, woman's, child's, youth's, wife's, husband's, mother's, father's, young man's, young woman's poems,
 Head, neck, hair, ears, drop and tympan of the ears,
 Eyes, eye-fringes, iris of the eye, eyebrows, and the waking or sleeping of the lids,
 Mouth, tongue, lips, teeth, roof of the mouth, jaws, and the jaw-hinges,
 Nose, nostrils of the nose, and the partition,
 Cheeks, temples, forehead, chin, throat, back of the neck, neck-slue,
 Strong shoulders, manly beard, scapula, hin-shoulders, and the ample side-round of the chest,
 Upper-arm, armpit, elbow-socket, lower-arm, arm-sinews, arm-bones,
 Wrist and wrist-joints, hand, palm, knuckles, thumb, forefinger, finger-joints, finger-nails,
 Broad breast-front, curling hair of the breast, breast-bone, breast-side,
 Ribs, belly, backbone, joints of the backbone,
 Hips, hips-sockets, hip-strength, inward and outward round, man-balls, man-root,
 Strong set of things, well carryng the trunk above,
 Leg-fibres, knee, knee-pan, upper-leg, under-leg,
 Ankles, instep, foot-ball toes, toe-joints, the heel;
 All attitudes, all the shapelines, all the belongings of my or your body or of any one's body, male or female,
 The lung-sponges, the stomach-sac, the bowels sweet and clean,
 The brain in its folds inside the skull-frame,
 Sympathies, heart-valves, palate-valves, sexuality, maternity,
 Womanhood and all that is a woman, and the man that comes from woman,
 The womb, the teats, nipples, breast-milk, tears, laughter, weeping, love-looks, love-perturbations and risings,
 The voice, articulation, language, whispering, shouting aloud,
 Food, drink, pulse, digestion, sweat, sleep, walking, swimming,
 Poise on the hips, leaping, reclining, embracing, arm-curving and tightening,
 The continual changes of the flex of the mouth, and around the eyes,
 The skin, the sunburnt shade, freckles, hair,
 The curious sympathy one feels when feeling with the hand the naked meat of the body,
 The circling rivers the breath, and breathing it in and out,
 The beauty of the waist, and thence of the hips, and thence downward toward the knees,
 The thin red jellies within you or within me, the bones and the marrow in the bones,
 The exquisite realization of health;
 O I say these are not the parts and poems of the body only, but of the soul,
 O I say now these are the soul!

Walt Whitman - Leaves of Grass.





Yo canto al cuerpo eléctrico


1 /

Yo canto al cuerpo eléctrico,
Me abrazan los ejércitos de quienes amo y yo los abrazo,
No han de soltarme hasta que yo vaya con ellos, hasta que les responda,
Hasta que yo los purifique y los colme con la carga de mi alma.
¿No es sabido que quienes corrompen su cuerpo están ocultándose?
¿Y quienes profanan a los vivos son tan viles como quienes profanan a los muertos?
¿Y que el cuerpo no vale menos que el alma?
¿Y si el cuerpo no fuese alma, qué es el alma?

 2

El alma del cuerpo de un hombre o del cuerpo de una mujer no admite explicación,
El cuerpo del hombre es perfecto, y es perfecto el cuerpo de la mujer.

La expresión de la cara no admite explicación,
Pero la expresión de un hombre cabal no sólo está en la cara,
Está en los miembros y en las coyunturas también, está, curiosamente, en las coyunturas de las caderas y de las muñecas,
Está en su andar, en el porte de su cuello, en la flexión del talle y de las rodillas; la ropa no la oculta;
Su fuerte y dulce identidad se abre paso a través del algodón y la lustrina,
Verlo pasar expresa tanto como el mejor poema, y acaso más,
Os detenéis para mirar su espalda y su nuca y sus hombros.

 La negligencia y la redondez de los niños, los senos y las cabezas de las mujeres, los pliegues de sus vestidos, su andar al cruzarse en la calle con nosotros, el conorno de sus caderas,
El nadador desnudo en la pileta atravesando el transparente resplandor verde y tendido de espaldas y silenciosamente flotando sobre las agitadas aguas,
El rítmico balanceo de los remeros en los botes de remo, el jinete en su silla,
Muchachas, madres, amas de llaves en todas sus tareas,
El grupo de trabajadores sentados al mediodía ante la comida y sus mujeres que les sirven,
La mujer que sosiega al niño, la hija del granjero en el huerto o en el establo,
el peón que está carpiendo el maizal, el conductor del trineo que guía entre la turba a sus seis caballos,
El forcejear de los que luchan, dos aprendices ya crecidos, animosos, afables, americanos, en el baldío al atardecer después del trabajo,
Los sacos y las gorras tiradas, el abrazo del amor y de la resistencia,
El abrazo de arriba y el de abajo, el pelo revuelto que les encegue los ojos;
La marcha de los bomberos uniformados, el juego de los músculos varoniles a través de los pantalones ceñidos y de los cintos,
El cansado regreso desde el incendio, la pausa cuando la campana vuelve a sonar y su llamado los detiene,
Las diversas actitudes, espontáneas, perfectas, la cabeza inclinada, los cuellos encorvados y el contar;
A ellos los quiero, me suelto, paso sin traba y estoy en el regazo de la madre con el pequeño,
Nado con los que nadan, lucho con los que luchan, marcho con los bomberos y me detengo, escucho, cuento.

 3

Conocí a un hombre, un sencillo granjero padre de cinco hijos,
Y éstos los padres de otros, y éstos los padres de otros hijos.

Este hombre era de una fuerza maravillosa, sereno, hermoso,
La forma de su cabeza, el amarillo claro y la blancura y la blancura de su pelo y su barba, la insondable profundidad de sus ojos negros, la plenitud y la riqueza de us modales;
Para ver esas cosas yo solía ir a visitarlo, era sabio también,
Tenía seis pies de estatura y ya había cumplido ochenta años; sus hijos fornidos, puros, barbados, de piel curtida, hermosos;
Ellos y sus hijas lo querían, todos quienes lo vieron lo querían,
No lo querían por costumbre, lo querían con amor personal,
No bebía más que agua, la roja sangre se traslucía en su piel mprena,
Le gustaba cazar y pescar, dirigía él mismo su bote, era dueño de un fuerte bote que un armador le había regalado, tenía escopetas que hombres que lo querían le habían regalado;
Cuando salía con sus cinco hijos y con sus muchos nietos a cazar o a pescar, lo hubiera señalado como el más hermoso y el más fuerte de todos,
Habrías deseado quedarte con él mucho tiempo, habrías deseado estar en el bote para poder tocarlo.

4

Me he dado cuenta de que basta estar con los que uno quiere,
Me basta demorarme al atardecer con aquellos que quiero,
Me basta sentir cerca la hermosa carne, la carne que es curiosa, que respira y que ama.
¿Pasar entre la gente y tocar alguno, o rozar con el brazo el cuello de un hombre o de una mujer, no es esto mucho?
No pido otra alegría, nado en ella como en el mar.

Hay algo en estar cerca del hombre y de mujeres y de mirarlos, y en su contacto y en su olor, que es grato al alma,
Todas las cosas son gratas al alma, pero esta es la más grata.

5

Esta es la forma femenina
Exhala de pies a cabeza una divina aureola,
Atrae con irresistible atracción,
Me atrae su aliento como si yo no fuera otra cosa que un indefenso vaho, todo desparece salvo ese aliento y yo,
Los libros, el arte, la religión, el tiempo, la visible y sólida tierra, y lo que del cielo esperábamos y lo que del infierno temíamos, todo se ha consumido,
Mis frenéticos filamentos, indómitos, brotan de él, a reacción también es indómita,
El pelo, el pecho, las caderas, la curva de las piernas, las negligentes manos que sueltan, las mías que se sueltan,
La marea aguijoneada por el reflujo, el reflujo por la marea, carne de amor henchida y deliciosamente doliendo,
Límpidos, ilimitados chorros de amor, calientes y enormes, trémula jalea de amor, zumo espumoso y delirante,
Noche nupcial de amor que se abre camino con delicadeza y demora en el alba yacente,
Penetrando en el día dócil que cede,
Perdida en el abrazo de la profunda y dulce carne del día.

Este es el núcleo - primero el niño nace de la mujer, el hombre nace de la mujer,
Este es el baño del sexo, ésta la fusión de lo grande y de lo pequeño, y otra vez la salida.

No sintáis vergüenza, mujeres, vuestro privilegio incluye a los otros y es el manantial de los otros,
Sois las puertas del cuerpo y también las puerats del alma.

La mujer encierra todas las cualidades y las afina,
Está en su lugar y avanza con equilibrio perfecto,
En todas las cosas debidamente veladas, es a la vez pasiva y activa,
Su destino es concebir hijas e hijos, y asimismo hijos e hijas.

Veo mi alma que se refleja en la Naturaleza,
Veo a través de una neblina a la Única, de inexpresable plenitud, cordura y belleza,
Veo la cabeza inclinada y los brazos cruzados sobre elpecho, veo a la Mujer.

6

El varón también es el alma, él también está en su lugar.
El también es todas las cualidades, es acción y poder,
La plenitud del hombre visible está en él,
El desdén le sienta, el deseo y el desafío le sientan,
Las pasiones más impetuosas y más vastas, el ápice del gozo, el mayor pesar le conviene, para él se ha hecho el orgullo.
El infinito orgullo del hombre sosiega el alma y la enaltece,
El conocimiento le sienta, siempre le agrada, todas las cosas las somete a su propia prueba,
Sea lo que fuere el examen, sean lo que fueren el mar y la nave, sólo arrojará la sonda en sí mismo.
(¿Dónde, sino en sí mismo, podrá arrojar la sonda?)

Sagrado es el cuerpo del hombre y sagrado es el cuerpo de la mujer,
No importa de quién sea, es sagrado -¿es el del peón más despreciable de la cuadrilla?
¿Es el de uno de los inmigrantes más torpes que acaban de desembarcar en el muelle?
Todos, aquí o allá, tienen su lugar, no menos que el más rico, no menos que tú,
Todos, hombre o mujer, tienen su lugar en la procesión.

(Todo es una procesión,
El Universo es una procesión de paso medido y perfecto.)

¿Tan grande es tu saber que puedes llamar ignorante al más bajo?
¿Te crees acaso con derecho a mirar un bello espectáculo, negado a él o a ella?
¿Piensas que la materia se ha congregado desde su vaga nube y que la tierra ocupa la superficie y que el agua corre y brotan las planteas,
Para tí sólo, y no para él o para ella?

7

Un cuerpo de hombre en el mercado,
(Porque antes de la guerra yo solía concurrir al mercado y mirar la venta),
Ayudo al rematador; el holgazán no sabe su oficio.

Caballeros, atención a esta maravilla,
Por más que pujen los compradores, no ofrecerán bastante,
Sin un animal ni una planta la tierra tardó quintillones de años en engendralo,
Para él giraron pacientes e incesantes los ciclos.

Dentro de esta cabeza, el inexcrutable cerebro,
En él y abajo, la creación de los héroes.

Ved estos miembros, colorados, negros o blancos, sus tendones y nervios son intricados,
Los desnudarán para que estén bien a la vista.

Sentidos exquisitos, ojos que la vida ilumina, coraje, voluntad,
Láminas de los músculos del pecho, espinazo y cuello flexible, carne tensa, fuertes brazos y piernas,
Y dentro, aún más prodigios.

Adentro la sangre que corre,
¡La misma antigua sangre! ¡La misma sangre roja que corre!
Ahí se dilata y fluye un corazón, ahí están todas las pasiones, deseos, anhelos, aspiraciones.
(¿Crees que no están ahí porque no se expresan en salones o en las aulas?)

Este no es sólo un hombre, es el padre de otros, que serán padres a su vez,
En él está el origen de populosos estados y de ricas repúblicas,
En él, innumerables vidas inmortales, innumerables encarnaciones y dichas.

¿Cómo saber quiénes nacerán de su prole a través de los siglos? (¿De quién supones que has nacido tú mismo si pudieras exhumar los siglos que fueron?)

8

Un cuerpo de mujer en el mercado,
Ella tampoco es sólo ella misma, es la fecunda madre de madres,
Es la que lleva a aquellos que crecerán y serán compañeros de las madres.

¿Amaste alguna vez el cuerpo de una mujer?
¿Amaste alguna vez el cuerpo de un hombre? ¿No ves que son los mismos para todos en todas las naciones y en todas las épocas de la tierra?
Si algo hay sagrado, el cuerpo humano lo es,
Y el esplendor y la dulzura de un hombre son el sello de su hombría sinmancha,
Y en el hombre o en la mujer, un cuerpo limpio, fuerte, de fibra firme, es más bello que la cara más bella.

¿Has visto al insensato que profanó su propio cuerpo vivo?
No se ocultan, no pueden ocultarse.

 9

Oh, cuerpo mío!, no me atrevo a abandonar a tus semejantes en otros hombres y otras mujeres, ni a los semejantes de las partes que te componen;
Creo que tus semejantes perdurarán o morirán con los semejantes del alma (y que son el alma),
Creo que tus semejantes perdurarán o morirán con mis poemas, y que son mis poemas,
Poemas del hombre, de la mujer, del niño, del muchacho, de la esposa, del esposo, de la madre, del padre, del joven y de la joven,
Cabeza, cuello, pelo, orejas, lóbulo y tímpano de la oreja,
Ojos, pestañas, iris del ojo, cejas y la vigilia o sueño de los párpados,
Boca, lengua, labios, dientes, paladar, mandíbulas y articulaciones de las mandíbulas,
Nariz, aletas de la nariz y tabique,
Mejillas, sienes, frente, mentón, garganta, nuca, forma del cuello,
fuertes hombros, barba viril, omóplatos, espalda, y el ámbito del pecho,
Brazo, axila, junta del codo, antebrazo, músculos del brazo, huesos del brazo,
Muñeca y coyunturas de la muñeca, mano, palma, nudillos, pulgar, índice, articulaciones de los dedos, uñas,
Amplio pecho, rizado vello del pecho, esternón, costados,
Costillas, vientre, espinazo, vértebras,
Caderas, articulaciones de las caderas, fuerzas de las caderas, redondez cóncava y convexa, testículos, raíz del hombre,
Muslos, que son la firme base del tronco, Músculos de la pierna, rodilla, rótula, piernas,
Tobillos, empeine, planta del pie, dedos del pie, talón,
Todas las actitudes, todas las bellezas, todos los bienes de mi cuerpo o el tuyo,o del cuerpo de cualquier otro, varón o mujer,
Las celdillas de los pulmones, el estómago, las entrañas dulcesy limpias,
El cerebro y sus pliegues dentro del cráneo,
Simpatías, válvulas del corazón, válvulas del paladar, sexo, maternidad,
Lo femenino y todo lo que pertenece a la mujer, y al hombre que nace de la mujer,
El seno, los pechos, los pezones, la leche del pezón, las lágrimas, la risa, el llanto, las miradas de amor, la amorosa inquietud, las erecciones,
La voz, la articulación, el lenguaje, el susurro, el grito,
El alimento, la bebida, el pulso, la digestión, el sudor, el sueño, caminar, nadar,
Porte de las caderas, saltar, recostarse, abrazarse, brazos que se curvan y aprietan,
El continuo movimiento de las comisuras de los labios y de los ojos,
La piel, la mejilla tostada, las pecas, el pelo,
La sensación curiosa de la mano al rozar la desnuda carne del cuerpo,
Los ríos incesantes del aliento, de la inspiración y la exhalación,
La belleza del talle y de las caderas, y más abajo, hasta las rodillas,
Las mínimas partículas rojas que llevo y que tú llevas, los huesos y la médula de los huesos,
La sensación delicisiosa de la salud;
Afirmo que estas cosas no sólo son los poemas del cuerpo, sino también del alma,
Afirmo que son el alma.

(Traducció de J.L. Borges. - Hojas de hierba, Walt Whitman -  Editorial Lumen. Barcelona. 1991)   

El arte de conocerse a sí mismo

La importancia que reviste el ser humano intelectual e inmortal que habita en mí fue siempre tan inmensamente grande comparada con la del individuo respectivo que, por numerosas que fuesen las preocupaciones personales que me agobiasen yo lograba echarlas a un lado y hacerlas desaparecer tan sólo con que se me viniera a la mente un pensamiento filosófico: pues esto fue siempre para mí algo muy serio, y todo lo demás, en cambio, mero juego. En eso consiste el título de nobleza y los privilegios que nos otorga la naturaleza. La felicidad de los hombres comunes consiste en alternar el trabajo y el entretenimiento; en mi caso, estas dos cosas se sobreponen la una a la otra. De ahí que la vida de las personas semejantes a mí sea en realidad un monodrama. Quienes como yo predican la verdad al género humano se entremezclan tan poco con los hombres en cuestiones distintas a su misión, al menos una vez que se han comprendido a sí mismos, como los misioneros en China fraternizan con los chinos. Mis semejantes, sobre todo si son jóvenes como yo, se sienten en todas las circunstancias de la vida como alguien que tiene puesta una ropa que no es de su talla.


Arthur Schopenhauer, El arte de conocerse a sí mismo, pág. 36, ed. 2008, Alianza Editorial; traduc. Fabio Morales.

PIERRE-FRANÇOIS LACENAIRE (1800-1836)


<Llego a la muerte- dijo Lacenaire- por mal camino, subo por una escalera.>
   Desertor y falsificador en Francia, asesino en Italia, luego ladrón y asesino en París e, incesantemente, como ha dicho él mismo, <meditando siniestros proyectos contra la sociedad>, Lacenaire se aplica en los pocos meses que preceden a su ejecución en la redacción de sus "Memorias, revelaciones y poesías" y cuida esmeradamente de reforzar el espectacular atractivo de su proceso. Las sombras de sus víctimas, del suizo de Vérone, de uno de sus antiguos compañeros de celda Chardon y de la madre de éste, así como la imagen del mozo de recados al que intentó matar para robarle, no le apartan un instante de la actitud semidistraída semidivertida que conserva hasta el final de los debates. Sin hacer ningún esfuerzo por salvar su cabeza, hace la última jugarreta cruel de acosar a sus cómplices que se defienden, limitándose él mismo a intentar proporcionar una explicación materialista de sus crímenes. Desde el punto de vista moral, parece no haber existido nunca conciencia más tranquila que la de este bandido.
   En la víspera de su muerte, bromea con los curas que le importunan, los frenólogos, los anatomistas que le acosan, confiesa sentir <pequeños accesos de melancolía> que le <divierten>; por la noche, a través de la reja, está <a punto de gritar cu-cu al soldado>.
   Un crítico, celebrando recientemente el centenario de una obra de Balzac, podía escribir: <En 1836, cuando aparece el libro, fríamente acogido por la prensa e incluso denigrado por ella, el mundo que acaba de aplaudir alocadamente a Lacenaire, el elegante asesino de redingote azul, poeta de los tribunales y teórico del "derecho al crimen", no parece apreciar inmediatamente todo el encanto del Lirio en el Valle>.



Sueños de un condenado a muerte




  Que feliz se es cuando se sueña!...
Sin dormir, soñar es encantador.
En menos de una hora, acabo así
la más agradable novela.
Me creo un mundo a mi antojo,
todas las mejores partes son para mí,
y nunca me preocupo
de elegirme la de rey.

En mi retiro solitario,
poco preocupado por el futuro,
me nutro de mi quimera
mezclando en ella un recuerdo;
sueños tan frescos de mi juventud,
que la desgracia no ha podido marchitar,
venid a alegrar mi vejez:
se es viejo cuando se va a morir.
A veces, en un palacio soberbio,
reúno mil beldades;
más a menudo, tendido sobre la hierba,
sólo tengo a Lisa a mi lado;
la gasa que su seno eleva
me invita a soñar a mi pesar.
Que pena tan grande que este sueño
tenga yo solo que acabar.

Otras, en una humilde choza,
feliz padre y sensible esposo,
tengo a mi lado a mi buena madre,
y a mis hijos sobre las rodillas;
a la sombra de un espeso follaje,
leo y escribo sucesivamente;
pero ¡Ay!, llega una tempestad,
¿porqué este sueño es tan corto?






':   Antología del humor negro, de André Breton, ed. Círculo de Lectores, pág. 81, 2005 cedida por Anagrama. Trad. del francés Joaquín Jordá.

De un siglo estilizado (La Calle)

¿Sabe usted que aspecto tiene una calle? ¡Sí! ¿Y quién le dice que una calle no es más que aquello que usted cree que es? ¿No puede usted imaginar que podría también ser otra cosa? 
   Todo eso es consecuencia de esa lógica del dos y dos son cuatro. ¡Por supuesto, 2 x 2 = 4! Al menos eso es lo que afirmamos nosotros, sin profundizar más. Sin embargo, hay cosas cuya existencia no es el resultado de un simple acuerdo entre nosotros los humanos y, en tales ocasiones, ya no podemos confiar en nuestra lógica de forma tan incondicional. En todo caso, ¿de qué sirve seguir lamentándose? Lo que trato de decirle no requiere ningún tipo de preámbulos, simplemente se basa en un contraste de sensaciones: salga usted a la calle y se encontrará de repente rodeado por gentes del tipo 2 x 2 = 4. Pregúntele a alguna de ellas: Por favor, ¿que es una calle? Y obtendrá por toda respuesta: <Una calle es una calle, y punto. Y deje ya de molestarme>. Usted meneará la cabeza: ¿una calle = una calle? Usted se pondrá a pensar y a observar lo que le rodea. Después de un rato descubrirá que: <<¡Ajajá!, una calle es, según dice la gente, una cosa rectilínea, iluminada por el sol, y que sirve para andar por ella>>. Y usted se sentirá repentinamente poseído por un colosal sentido de superioridad, como un vidente entre los ciegos. Se dirá a sí mismo: sé perfectamente que una calle no es una cosa rectilínea e iluminada sino que, por el contrario, es o podría ser igualmente una cosa con múltiples ramificaciones, llenas de misterios y de enigmas, de trampas y pasadizos subterráneos, de mazmorras secretas y de iglesias sepultadas. Se asombra de que se le haya ocurrido eso, pero su espíritu continúa aferrándose a las fórmulas... Acalla esa lógica innata del 2 x 2 = 4 pensando que también dicha lógica, si es honrada, se ve forzada a recurrir continuamente a ese . Luego, se pregunta cómo es que las demás personas no se dan cuenta de lo mismo. Tal vez descubra entonces que usted también ha tenido que esperar hasta hoy para tomar plena conciencia de ello. Enseguida piensa en las relaciones que unen todas las cosas. Pero, a pesar de todos sus esfuerzos, no encuentra ningún motivo para seguir pensando en ello hasta que se le ocurre, tal vez, profundizar en sí mismo. Se plantea una cuestión de lógica formal y su mente se pone a trabajar con su seguridad habitual. Así pues, todo va bien; su desconfianza se desvía, como de costumbre, hacia esa parte enigmática y veleidosa de sí mismo que unas veces llama vida afectiva, otras, nervios, y otras, de distinta manera. 
   Usted se asusta. Como le ocurre siempre que algo desconcertante se agita en su interior. Siente el mismo temor que ante una fiera salvaje. Y, a pesar de todo, vuelve a sentirse invadido, con más violencia aún que antes, por aquel sentimiento de superioridad. 
   La noche pasada, su sueño ha sido extrañamente intranquilo. Criaturas espectrales vagaban. Pongamos que mujeres que había visto a lo largo del día dejaron en usted ciertas impresiones plenas, cerradas en sí mismas. Durante el sueño, esas impresiones se descompusieron en sus elementos y cada una de aquellas criaturas espectrales pasó a encarnar tan sólo una de esas impresiones parciales. Cuando despertó, en la penumbra del alba, se llevó usted las manos a la cabeza como si regresara de un viaje angustioso por regiones de las que nadie ha vuelto sano y salvo (¿¡peligro de degeneración!?). Toda su concepción, su percepción de la vida, pasó de un golpe ante sus ojos. 
   Por la mañana, con el café, calentándose al sol la espalda, volvió a olvidarlo todo. 
   Ahora vuelve a recordar. Y en sentido muy distinto. Es como si usted supiera ahora exactamente porqué le parece la calle tan distinta a la que ve la gente con la que se cruza. Si antes veía claro, ahora se ha convertido en un vidente. Usted ve a través de las cosas, las <descompone>. Mientras que los ojos de los demás, obedeciendo a su necesidad de medida, reducen aquello que ven a conceptos familiares, sus ojos, por el contrario, en virtud de las experiencia adquiridas, lo descomponen, lo deshacen transformándolo en imponderable (deslizamiento de los pensamientos), en inaprensible. Usted ve siempre más allá de las formas que envuelven las cosas y trata de rastrear los misteriosos acontecimientos de una existencia oculta. Pero al hacerlo, no las convierte en fábulas (en personificaciones), la calle sigue siendo la calle, la casa, la casa, el ser humano, el ser humano; pero usted piensa que es capaz de comprender y amar en el ser humano todo aquello que asusta a los demás como un espectro, y siente alegría frente a la casa y la calle, porque se dice a sí mismo: tú ocultas a los demás, a los ciegos, todo aquello cuyo conocimiento me eleva ahora por encima de ellos. ¡Gracias te sean dadas, casa silenciosa!, tal vez los susurros de los árboles de tu jardín con su melodía monótona lleven un pensamiento espantoso al corazón de algún ser humano; casa silenciosa, cuya soledad nocturna hizo acaso madurar un pensamiento ahogado, aún en el vientre, por el miedo de su madre, de forma que ambos murieron; casa silenciosa, por la que en noches de luna nueva, vagan, tal vez, las extrañas criaturas que pueblan mi sueño. 
   Lanza a todas las personas una mirada a la vez despectiva y soñadora, como si quisiera decir: no sois más que sustancias bastante inocuas, pero allá, en lo más hondo de vuestro ser, vuestros nervios están hechos de pólvora de algodón. ¡Ay, cuando la cáscara se quiebre! Pero eso no ocurre más que en la locura. En medio de la muchedumbre se convierte usted en un apóstol, en un profeta. Un éxtasis interior lo invade, pero sin las convulsiones y los espumarajos del espíritu en éxtasis. ¡Un vidente es lo que usted es! Lo que yace en lo más profundo del espíritu, aquello que el alma solo se atreve a atravesar en rápido vuelo, cuando ya camina hacia la locura, que lo borrará todo en unos instantes: eso lo ve usted con ojos lúcidos --sin olvidar a la vez que 2 x 2 = 4-- y goza impunemente de ese grandioso sentimiento de superioridad sobre todos los demás y sobre el que usted mismo fue hasta hoy. 
   Siente usted la religión de los que no tienen religión, la tristeza de los que ya hace mucho que borraron cualquier rastro de tristeza, el arte de los que hoy sonríen cuando escuchan la palabra arte --¡justo aquello que necesitan los más refinados, hastiados ya de todo!-- 
   Luego vuelve a la calle, encorvado y harto. Usted sabe que no se debe decir: la calle es una cosa que... Pero ya ha olvidado qué es en realidad una calle. Recuerda haber dicho en aquella ocasión: <>. Pero usted ya no sabe que hacer son una frase como esa. 
   ¡Y le invade un desaliento infinito! 



de 
Robert Musil, 
Diarios, ed. DeBolsillo, pág. 40, trad. Elisa Renau Piqueras.